Hay que entender que cada empresa, incluso desde sus inicios, ya posee su propia manera de funcionar. En los primeros días, cuando las empresas son pequeñas, el dueño o la persona al mando suele tener el control total, y el futuro de la empresa depende mucho de su habilidad y esfuerzo personal. Se involucran en todo, desde las operaciones diarias hasta la gestión del equipo y las finanzas, lo cual es completamente normal y hasta necesario en esa etapa inicial, especialmente si se desea mantener un negocio pequeño o personal.

Sin embargo, a medida que la empresa crece y el número de empleados supera la decena, mantener ese nivel de control personal empieza a ser realmente complicado. Aquí es donde se nota la importancia de tener un sistema de funcionamiento más estructurado. Este sistema no solo ayuda a clarificar hacia dónde quiere ir la empresa y cuáles son sus valores y objetivos principales, sino que también se asegura de que cada persona esté donde debe estar, haciendo lo que mejor sabe hacer.

Este cambio no se trata de llenar todo de términos complicados o de perder la calidez humana en el proceso.

Se trata de hacer las cosas más simples, de encontrar una manera de que los problemas se solucionen de forma efectiva y que todos sientan que son parte de algo importante, contribuyendo a un objetivo común. Implementar un buen sistema en la empresa es como crear un ambiente donde cada uno puede brillar, sabiendo que su trabajo contribuye directamente al éxito colectivo. Y lo más bonito de esto es que permite que la empresa prospere, incluso sin que el dueño tenga que estar presente en cada pequeño detalle.

La inteligencia artificial está permitiendo que implementar, monitorizar y mantener estos sistemas pueda hacerse cada vez con menor esfuerzo con mayor efectividad. La combinación del humano impulsado por AI hará que este aumente su capacidad y reducirá su estrés.

Es un momento único en la historia de la gestión y consultoría de empresas, una nueva forma de crecer.